Mi Workaway en Osh estaba previsto que empezara ayer día 16 de julio, así que estando en Bishkek el día 15, tenía que encontrar la mejor forma de dirigirme a la segunda ciudad más grande de Kirguistán as soon as possible. Hoy, afortunadamente, ya estoy realizando mi voluntariado en Osh, en el Apple Hostel, pero ya os digo que el viaje no fue precisamente nada rápido, pero eso sí, ha sido uno de los viajes en coche más bonitos que he hecho en mi vida.

Aparentemente, las ciudades más grandes de un país suelen estar comunicadas de la mejor manera posible, y más cuando Osh no es una ciudad pequeña, sino que tiene 200.000 habitantes. El problema es que en algunas ocasiones, la mejor manera posible de llegar del punto A hasta el punto B, no es para nada una forma rápida. La preciosa República Kirugisa es un país de lo más montañoso y cuenta con un relieve que te regala paisajes brutales pero que a la vez hace que las comunicaciones sean más difíciles de lo esperado. El estado de las carreteras tampoco es el mejor y realmente no es que ayude, pero digamos que el principal problema de que se tarden 12-15 horas para ir de Bishkek a Osh es el relieve montañoso que separa las dos ciudades.

La carretera M41 es la encargada de unir ambas ciudades y, a mi favor, es una de las carreteras más bonitas por las que he pasado, ya que tiene desde paisajes alpinos hasta paisajes con vistas a un precioso lago como lo es el Toktogul. Por esta carretera, desgraciadamente y, debido a sus características, no es permitido el paso de los autobuses. Desconozco si las marshrutkas (minibuses) pueden pasar, pero después de informarme a partir de varias web, descubrí que la mejor manera de ir de Bishkek a Osh es en un taxi compartido. Sí señor, compartir taxi con otros 4 desconocidos durante unas 12 horas (mínimo). A simple vista, pinta poco cómodo y sobre todo extraño si sois personas tímidas. Realmente yo estaba bastante preocupado por hacer este trayecto, ya que en mi vida había cogido un taxi durante 12 horas y el hecho de estar 12 horas con gente desconocida me daba un poco de respeto. Sin embargo, es una gran experiencia ya que conoces a personas locales y ves como viven un día de viaje entre sus dos ciudades más grandes. En este aspecto, la experiencia ha sido lo mejor posible, ya que conocí a personas como Saïd, un anciano de 70 años que volvía de Turquía después de ser operado. Pudimos también parar en un sitio de comida tradicional kirguisa para comer, y fue una experiencia muy molona. Lo único malo, ya os digo, es el hecho de estar en la parte de atrás de un taxi durante tantas horas.

Vamos al grano y os explico como fue. Antes de todo pero, hay que saber dos cosas primordiales: dónde coger el taxi y qué precio pagar. El taxi se coge en una esquina situada al lado del Osh Bazar. Cuando paséis por ahí veréis que incluso algunos taxis tienen carteles indicando Osh en cirílico (Ош) e incluso os encontraréis con unos cuantos que os ofrecerán viajar a Osh. Os dejo un enlace muy útil indicando la parte exacta en el mapa en la que se puede coger el taxi hacia Osh. Debéis fijaros en el punto amarillo, que indica ”Transport to Osh”: https://caravanistan.com/transport/kyrgyzstan/bishkek-osh/.

En referencia a la segunda pregunta, es fácil de contestar. Es lo de siempre, el taxista os dirá un precio alto como por ejemplo 1500-1600 som kirguisos, y vosotros tendréis que regatear con ellos. El precio que debéis pagar está entre 1000 y 1300 som. Yo pacté con el conductor que pagaría 1200 som, pero finalmente le di 200 más porque me acercó al hostal y era un tipo muy simpático que se dio una paliza de 15 horas de conducir. Además paró cuando se lo pedimos y paró cuando se lo pidieron los otros. Digo ”pedimos” en plural porque justo el día antes tuve una suerte que no me la creo ni yo. Antes de ir a dormir para ir el día siguiente a Osh, me encontré con un catalán, Andreu, que dormía justo al lado de mi litera. Me dijo que iba en dirección Osh, pero que bajaba un poco antes, en Jalal-Abad. No me había encontrado nadie ni español ni catalán en cinco días de viaje desde Astana hasta Bishkek. Fui realmente muy feliz, ya que había encontrado un nuevo compañero de viaje con el que charlar durante las 12 horas.

Nos levantamos a las 7 – 7:30 y a las 8:30 ya habíamos encontrado taxi para Osh. Andreu pagó 1000 som para ir a Jalal-Abad y yo pagué unos 1200 que al final se convirtieron en 1400 (porque yo quise). Tened en cuenta que si se tienen que apartar de la ruta para meterse en una ciudad, eso lo quieren cobrar, ya que a Andreu le quisieron pedir más por haberse apartado unos kilómetros de la autopista principal y haberse metido en el centro de Jalal-Abad. Se negó y se salió con la suya: pagó lo que dijo con el taxista al principio, 1000 som.

En el taxi, un Honda importado de Japón, con el volante a la derecha, éramos cinco personas. El taxista y Saïd delante y, Andreu, yo y el otro pasajero, Abdul Khader, sentados atrás. A mi me tocó empezar sentado en el sillón del medio. Mal empezábamos. A las 8:30 pues, nuestro larguísimo viaje por las maravillas paisajísticas de la M41 dio su trompetazo de salida.

El primer tramo se nos hizo muy largo, ya que Abdul Khader hizo parar al taxista durante más de media hora para comprar algo para sus padres, que acabó encontrando en otra parada, ya más cerca de Osh. Digamos que estuvimos parados durante un buen rato y aún ni habíamos salido de Bishkek. No culpo a Abdul Khader, ya que valoro el hecho de querer regalar algo a sus padres después de mucho tiempo sin verles (el hombre, de unos 45 años, llevaba 2 años trabajando en Rusia). Una vez reprendimos el camino ya pudimos salir de Bishkek y poco a poco acercarnos a una de las partes más preciosas de la ruta, ya en terreno montañoso: el Too-Ashuu pass, llegando la carretera a alcanzar los 3100 metros de altura. El Too-Ashuu pass es famoso por los ziga-zaga que hace la carretera durante una parte del camino.

Después de pasar el Too-Ashuu pass, que significa Paso del Camello de forma literal, pasamos por un túnel sin ventilación ni luz y llegamos a otra etapa de la ruta, la que considero realmente la más bonita, un valle gigantesco sin casi nada de civilización por el cual pasa la carretera durante un largo rato. Lo único que había de civilización en esta parte del trayecto eran los famosos yurts, pequeñas tiendas redondas con un tejado puntiagudo o redondeado en las que viven normalmente los nómadas de Kirguistán. Para ser sincero no esperaba para nada ver tantos yurts, quizás vimos unos cincuenta en un lapso de dos horas. Lo curioso es que desde esos mismos yurts los nómadas improvisan una especie de mercados de víveres en las que venden sus productos. Mayoritariamente se dedican a la venta de uno de los productos más famosos de Kirguistán: el kumis, una bebida que es literalmente leche de caballo. Gracias a Abdul Khader pude probar un vasito de kumis, ya que el hombre se bajó del taxi para comprar tres botellas, que le costaron unos 240 som (unos 3 euros). Yo le seguí y la chica del yurt me dio a probar un vaso. Tiene un gusto muy amargo y una olor bastante desagradable al olfato de una persona occidental acostumbrada a otro tipo de olores y sabores.

Proseguimos con la odisea y seguimos viendo vendedores ambulantes, ya sean de yurts o de quizás pequeños remolques de coche, como si fuesen caravanas, pero en plan más antiguo. Tras un rato de camino llegamos a la bifurcación que te da a escojer entre seguir en la carretera hacia Osh o dirigirte hacia el Oblast de Talas. La palabra oblast sirve para identificar una región en los países de influencia eslava, es decir, un oblast sería para los kirguisos lo que para nosotros es una comunidad autónoma, como por ejemplo Aragón o Cantabria. Me encanta como señalizan la entrada a los oblast. Son como carteles súper grandes con relieve e incluso algún que otro dibujo u estatua. En la bifurcación de la que os he hablado había una estatua de Manas y una bandera gigantesca de Kirguistán, ya que justo en la bifurcación estaba la entrada al Oblast de Talas. El taxista me dijo que en el Oblast de Talas es donde nació el héroe nacional de Kirguistán: Manas, cuya leyenda data de hace centenares de años. A partir de esa bifurcación el paisaje se hizo menos verde y ya no habían ni prados ni yurts. Simplemente conducíamos por un valle más pequeño con montañas que me recordaban un poco al estilo mediterráneo, es decir, más secas y rocosas.

Conforme íbamos avanzando los vendedores de kumis iban reduciéndose mientras que los vendedores de miel cada vez se hacían más presentes. Por lo que he podido experimentar, la miel es un producto que realmente tiene mucha popularidad en Kirguistán, ya que también vi grandes cantidades en el Osh Bazaar, como os conté en el capítulo 6. Después de otra hora o dos de camino, ya se nos hicieron las 14, así que decidimos parar en un restaurante de carretera. No os imaginéis la típica área de servicio europea, sino que era un restaurante en medio del valle, que como os he dicho, no era un valle muy grande. El restaurante tenía una mezquita y una parte con las típicas mesas kirguisas sin sillas, pero con una especie de superficie para sentarse, un poco más elevada que el suelo. Me encantan esas mesas, pero sin embargo nosotros fuimos al interior del restaurante, donde habían mesas normales y corrientes a ojos de un occidental. Nos leímos el pequeño menú, escrito en cirílico, y pedimos diferentes platos. Andreu se pidió un kebab, que aquí en Kirguistán se cocina con un pincho de hierro en una especie de barbacoa. Yo me pedí un plato que se llama pelmeni y que consiste en una especie de tortellini en sopa. Me costó 70 som (¡Menos de 1 euro!) y realmente me quedé bien. También nos sirvieron té verde, pan, tomate triturado y ayran (yogur salado), este último para añadirlo en el pelmeni. El ayran es famoso en países como Turquía, Kirguistán o bien Bosnia y Hercegovina, entre muchos otros, pero hay que decir que dependiendo del país es diferente. En Turquía es líquido y no es amargo, mientras que en Kirguistán es espeso y amargo.

Después de comer volvimos a tomar la carretera, esta vez para encontrarnos con una ruta tranquila durante una hora pero que se convirtió en un amasijo de curvas nada más llegar al Toktogul, un lago/presa bastante grande. Primero rodeamos el lago durante una parte y luego nos encontramos con la presa. Poco a poco el lago se iba haciendo más estrecho, hasta dar con dicha presa. Circulamos durante un rato más al lado de la especie de río en la que se acaba convirtiendo el lago, siendo una carretera de muchas, pero que muchas curvas. Vimos incluso un camión de naranjas volcado, eso sí, pero con los dos integrantes del vehículo en perfecto estado, afortunadamente. La carretera dista mucho de ser segura y fácil de conducir.

Los paisajes más espectaculares ya habían pasado (eran las 17-18 de la tarde), pero aún quedaban algunas cosas realmente interesantes para ver. Una de ellas era un mercado que había en la carretera justo unos kilómetros antes de pasar al lado de la frontera uzbeka. Vendían sandías, melones, y mil otras cosas más. Una vendedora incluso nos dio a probar a Andreu y a mí un trozo de melón bien fresco. Poco después, pudimos ver la frontera uzbeka durante unos tres kilómetros. Fue muy curioso ver como dos líneas de vallas, que realmente eran poco altas, separaban los dos países, pudiendo incluso ver granjas uzbekas.

Más tarde, después de unas cuantas horas más de camino, llegamos a Jalal-Abad y nos despedimos de Andreu, que espero ver en Osh uno de estos días. Finalmente, después de otras horas más y después de dejar a Saïd y Abdul Khader en sus respectivas casas, llegamos a Osh, concretamente a las 23:30 PM. Al pobre taxista le costó unos 15 minutos encontrar el Apple Hostel, pero finalmente, después de llamar a un contacto que tenía yo, lo encontramos. Y aquí estoy, en la segunda ciudad más grande de Kirguistán, escribiendo para Atravesando Aduanas.

Nuestro coche japonés-kirguís

Aquí lo veis, todo está en japonés

Las primeras montañas

¡De los primeros yurts!

El Too-Ashuu pass

Vistas espectaculares desde el Too-Ashuu

Alcanzamos los 3.100 metros de altura, casi como la montaña más alta de Catalunya, la Pica d’Estats

Después del túnel la afluencia de los yurts es brutal

Un yurt con la caravana de la que os he hablado antes, mirad sobre todo qué paisaje tan hermoso

Vendedores ambulantes

Sitio en el que probé el kumis

¡Kumis!

La bifurcación de la que os hablaba

Hay incluso nieve a estas alturas del año

El restaurante de carretera y la mezquita

Las mesas kirguisas de las que os hablaba

Así era nuestra mesa, bien apetitoso todo

Mi plato de pelmeni

Lago de Toktogul

El cañón que acababa formando el lago

Otro restaurante de carretera

Mercadillo de melones y sandías antes de acercarnos a Uzbekistán

Frontera entre Kirguistán y Uzbekistán

Hay algunos que se toman muy en serio la venta ambulante

Cartel de entrada a la municipalidad de Bazar Korgon, a media hora de Jalal Abad

Veréis más de un cartel indicando que un puento o alguna infraestructura ha sido financiada por Japón

Entrada a Jalal Abad