Como dije en el artículo de Cluj-Napoca, voy a dedicar un pequeño post a la preciosa y sobre todo sorprendente ciudad de Oradea. Todo empezó cuando vi esta ciudad en el cuadro de destinos que ofrece Ryanair desde Girona. Era un lugar que no conocía pero que sin embargo me atraía mucho, ya que nunca había estado en Rumanía. Oradea se convirtió en la primera ciudad rumana que pisaríamos. No obstante, decidimos empezar nuestra odisea otoñal rumana de cinco días por la ciudad de Cluj-Napoca -cogimos un tren desde Oradea hacia Cluj nada más llegar-, más conocida y de la que nos esperábamos mucho. Después de cumplir nuestras expectativas en Cluj-Napoca, nos dispusimos a pasar una noche en Oradea, la capital de la pequeña región de Bihor, fronteriza con Hungría y parte de la gran región de Transilvania, antes de volver a casa.

Estación de tren de Oradea

Pisos de la época comunista

Edificios ”communist era” de Oradea

Llegamos a Oradea después de un largo viaje matutino de cuatro horas desde Cluj, en uno de esos renovados trenes rumanos que quieren aparentar modernidad mientras tienen unas cuantas ventanas rotas y están bastante sucios por dentro. Hubiésemos preferido ir en un tren más antiguo de esos que aún circulan con frecuencia por Rumanía. Otra vez será, quizás cuando toque hacer el Bucarest-Chisinau.

Nada más llegar fuimos al hotel, otra de las sorpresas de Oradea, el Hotel Nevis Wellness and Spa, de cuatro estrellas y que sorprendentemente nos costó 23 € por persona y noche, una ganga que no debíamos dejar escapar -hacía siglos que no pisaba un 4 estrellas-. El Spa nos lo reservamos para después de visitar la ciudad.

Una vez instalados, optamos para ir hacia el centro, hacia la plaza Unirii. Una vez allí, nos dimos cuenta de que eso no era lo que nosotros habíamos imaginado, era bastante diferente y mucho más bonito de lo que habíamos creído. Imaginábamos Oradea como una ciudad con pocas cosas a destacar, que sería una ciudad más en nuestro currículum viajero pero que probablemente no volviésemos a pisar. Ver la preciosa estampa que nos ofrecía la plaza Unirii cambió nuestros esquemas. Después de verla, ¡Por supuesto que volveremos!

Acercándonos al centro de Oradea

Niños pasándolo realmente bien en la plaza Unirii

Los tranvías, uno de los tesoros de Oradea

Es una plaza preciosa: hay muchos edificios de influencia húngara, las iglesias contrastan con los antiguos y bonitos tranvías que circulan por ella y la gran afluencia de gente concentrada en la plaza y los aledaños le da mucha vida. Tuvimos la suerte también de que en la ciudad se celebraba una especie de fiesta de la comida callejera, de ahí que estuviese seguramente más animada de lo usual. Después de comer lo que nos habíamos comprado en un Lidl, decidimos ir hacia la Ciudadela de Oradea -Cetatea Oradea-, una fortificación que a ojos de pájaro tiene una curiosa forma de estrella, la cual me recordó a la de Copenhague.

De camino nos topamos con una sinagoga con una cúpula muy grande, la ‘’Sinagoga Neologa Zion’’, un nombre que no me he atrevido a traducir por falta de conocimiento de los términos usados en el judaísmo.  La fortaleza estaba chula, abierta al público, llena de paraditas de comida rápida y de gente dándose homenajes a precios rumanos, pero nada más a destacar realmente, ya que lo más chulo de Oradea es el centro. Así que, después de ver la Ciudadela, decidimos volver. En dirección al centro, entre la Ciudadela de Oradea y el Parque 1 de Diciembre, nos encontramos con una iglesia increíble, la Catedral Episcopal de la Resurrección del Señor, que para mí debería ser bastante más conocida. La parte de arriba es impresionante, me dejó flipando de lo bonita que era. Después de flipar con esta catedral, nos desviamos un poco en dirección a la estación de tren, hasta la parada de tranvía General Magheru. Justo a tocar de ésta, pudimos ver otro de los regalos que nos daba Oradea: la Iglesia de San Jorge, una Iglesia con un curioso tejado azul que difícilmente verás en otro lugar.

Sinagoga Neologa Zion

Catedral Episcopal de la Resurrección del Señor

Después de este pequeño desvío, volvimos al centro en uno de esos pintorescos tranvías rellenos de publicidad rumana pero que aun así conservan su encanto. Para poder subir debéis comprar los billetes en los quioscos que hay cerca de las paradas de tranvía. El viaje vale poco más de un euro (5 lei).

Un rato después nos fuimos al hotel a probar el Spa. Está muy bien. No es el mejor Spa que he visto pero para relajarte después de un largo día de caminata, va de maravilla. Además, cabe añadir que estábamos completamente solos.

Billete de tranvía, 5 lei 

Habiendo oscurecido volvimos hacia la plaza Unirii, donde había conciertos, que acabaron de hacer de nuestra experiencia en Oradea una memorable visita. La mañana siguiente nos metimos un buen desayuno. El desayuno del Hotel Nevis Wellness and Spa es uno de los más completos que jamás me he comido, una maravilla alimenticia. Después de desayunar nos fuimos andando -sí, andando- al aeropuerto de Oradea, situado a unos 45 minutos a pie del centro. Este aeropuerto está en mi lista de aeropuertos pequeños y raros, junto al de Nevsehir en la Capadocia -en medio de la nada-, el de Varsovia Modlin -una antigua base militar rodeada de bosque- y el de Nador -un simple hangar-, en Marruecos. El de Oradea es de un curioso color azul y tiene la cinta de maletas más pequeña que recuerdo, de libro.

Así pues, Oradea puso la guinda a nuestra pequeña incursión por Transilvania, un lugar que sin duda, volveremos a pisar alguna o varias veces durante nuestra vida. Oradea me confirmó una cosa: ¡Los prejuicios son muy malos!

La belleza de Oradea detrás de nosotros